4 de marzo de 2009

Cada vez menos camiseta y gambeta.

Hoy en día el fútbol ya no es como antes, se extrañan aquellos tiempos en que la técnica de las grandes figuras en los equipos marcaba la diferencia y los encuentros eran de ida y vuelta; se extrañan aquellos partidos en que los jugadores saltaban sin miedo a la cancha y desquitaban el sueldo en cada encuentro, los extranjeros que llegaban al fútbol mexicano se partían el alma en la cancha. En los viejos tiempos ser jugador profesional implicaba un privilegio.
Ya no es más así, hoy lo que marca la pauta en el fútbol son los intereses económicos que hay de por medio, se ha vuelto un negocio en el cual lo único importante parece ser es seguir vendiendo las camisetas de los jugadores de moda. La que tiene que pagar todo esto es la afición mexicana, ésta se tiene que aguantar temporada tras temporada y soportar el cambio de la camiseta oficial de su equipo, así como llevar a cuestas la venta e intercambio de los jugadores emblema. Todo sea por seguir ganando más dinero.
Los del problema aquí son los dueños de los equipos que sin más ni más toman decisiones que a fin de cuentas repercuten en la planeación previa que tiene un director técnico en el armado de un equipo y ahí sí, cuando los resultados positivos no acompañan al equipo y la gente deja de asistir a los estadios, el dueño o los dueños son los que pegan el grito en el cielo y el primero en ser corrido de su cargo es el propio director técnico.
Hace dos años los Pumas de la UNAM jugaban de forma espectacular y todo el tiempo ofensivos, hace un año, el patronato dueño del equipo decidió vender a tres jugadores nomás porque las cuentas no les salían y hoy ahí están los resultados. Se vendió a Esteban Solari al Almería de España y no juega más en el equipo de Hugo Sánchez, Rubens Sambueza se fue a un equipo de medio pelo a Turquía, a Ignacio Scocco lo mandaron de vuelta a casa, Argentina. El patronato se embolsó cinco millones de dólares y hoy nadie se acuerda de ellos.
La temporada pasada Miguel Herrera llegó a los Tecos de la UAG (Universidad Autónoma de Guadalajara), propiedad de Juan Carlos Leaño, a rescatar al equipo de una serie de malos resultados. El equipo cambió de estilo, Herrera logró inyectarle un nuevo ánimo y esquema de juego en la cancha a unos jugadores que parecían perdidos; antes de iniciar la presente temporada el dueño decidió vender a Robert de Pinho al América, Alonso “el Negro” Sandoval partió hacia Monterrey, Hugo Patricio Droguett está ahora con Monarcas. Ante toda esta situación no queda más que quitarse el sombrero ante un tipo como Miguel Herrera que aún cuando le desarman el equipo a pocos días de arrancar la liga ha salido adelante.
El América es tema aparte, ahí si no hay como ayudarlos, están a punto de completar dos años maravillosos (sic) llenos de fracasos, han pasado varios directores técnicos por el banquillo de Coapa en este tiempo, “el Ruso” Brailovsky, Romano, Tena, Luna y Ramón “el Pelado” Díaz; este último por cierto les vio la cara. El América es un equipo hoy en día sin convicción ni idea, las decisiones tomadas desde arriba por el dueño Emilio Azcárraga son totalmente equivocadas, este señor cree que todo lo puede arreglar e imponerse a billetazos.
Por otro lado, las Chivas de Guadalajara están inmersas en el mundo maravilloso de Vergaralandia donde Jorge Vergara toma una decisión buena por tres malas.
Así pues hoy el fútbol mexicano está secuestrado por el dinero, todo el entorno se ve envuelto en un comercio de estrategias por ganar más y más. Hoy las decisiones ya no se toman bajo una lógica en el estilo y características de los equipos, las tradiciones que forjaban la identidad con la tribuna están a punto de desaparecer. Es necesario que los cambios vengan y pronto, se deben rescatar los principios básicos del juego, no se pueden diluir los valores que este juego no enseña, la entrega que nos motiva a ser mejores en todo lo que hacemos, la responsabilidad y disciplina que forja mejores personas.
Se deben replantear los sueños con los que nos iniciamos en esto del fútbol; todo sea por encontrar el éxito en la cancha con una base en el trabajo honesto.