8 de abril de 2009

Toda producción de objetos condiciona a los sujetos.

Por Ignacio Valladares Zavala
Se ha desvirtuado en verdad la concepción de arte. Todo lo que desde épocas atrás se consideraba y había sido establecido como la definición correcta del arte ha encontrado una decadencia, que si bien no es nada nuevo, de un tiempo hacia acá se ha hecho más notorio en el acontecer diario de las personas.
Si aceptamos que cada objeto está hecho para un sujeto, tal como lo menciona Marx; esto impacta y contradice terminantemente con lo que podemos observar y vivir día a día.
Hoy todo es producto de la industria cultural. No importa a qué clase social pertenezca una persona y mucho menos si vives en la Del Valle, en Satélite o en Iztapalapa; a fin de cuentas toda la gente ya crece en un entorno en el que el común denominador es consumir.
Hoy día las personas consumen de manera indiscriminada cualquier artefacto, alimento o servicio en general sólo porque inconscientemente le han atribuido al mismo el carácter excelso (sic) de obra de arte, lo cual realmente es lamentable y por supuesto totalmente falso. El verdadero motivo por el que las personas se hacen de estos productos es para satisfacer una falta de identidad y como medio para lograr un reconocimiento de status social, veamos:
Apareció hace poco tiempo el iPhone y resultó ser un gran impacto mediático ¿qué lo hacía diferente a otros? Nada. La mayoría de sus características ya existen, sólo se hizo lo habitual en los productos de dicha empresa, aprovechar tecnologías existentes, dotarlas de un diseño atractivo y presentarlo, claro, como un producto revolucionario. ¿Cuánto le duró el gusto a las personas que lo adquirieron apenas salió a la venta?, cerca de seis meses. La realidad es que de un momento a otro perdió su originalidad y vigencia frente a los productos de iguales características que comenzaron a surgir como “hongos”.
Queda claro que el verdadero valor de las cosas es entonces el que nos dicen debe ser y debemos otorgarles, dicho esto, no podemos dejar de lado lo siguiente; es válido que cada quién desee y aspire a llegar a lo más alto en la vida en la forma que lo desee, pero es denigrante incluso para la inteligencia propia de cada persona ir por la vida adquiriendo esos pocos “pedacitos de cielo”, a los cuales incluso llegan a amar y apreciar como si fueran verdaderas piezas únicas, irrepetibles e inigualables.
A fin de cuentas lo primordial y esencial es que la vida de una persona tome el rumbo y forme su futuro de acuerdo a sus propios ideales y convicciones. Todo sea por llegar a la cima a través de la libertad.


Bibliografía. La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. Benjamin, Walter.